sábado, 9 de julio de 2011

La historia de Creta

Creta siempre había pensado que nunca encontraría a alguien que la comprendiera, que quisiera estar con ella, alguien con quien compartir su vida, alguien a quien no importaran sus dudas, sus miedos, que estuviera a su lado aún sabiendo todas sus rarezas.
Por eso se pasaba los días fingiendo ser otra, pero eso sólo lo conseguía virtualmente. Y cada día se aislaba más del mundo real. Charlaba con otras personas, les explicaba su vida, a veces de verdad y otras inventada, decía cosas que ella nunca diría, y cada día le costaba más reconocerse a ella misma.
Se llegó a creer que ya nunca podría ir a la universidad como quería, ni encontrar un chico que la quisiera de verdad, y que si algún día tuviera hijos, con aquellos miedos seguro que no conseguiría ser una buena madre.
Sí, se convenció que ya no podría ser la Creta que ella quería ser.
Hasta que alguien llegó de pronto, y de un día para otro, se instaló en su vida. Alguien que se había sentado en su misma clase cada día durante cuatro años, que había pasado a su lado todos los recreos, que salía con sus mismas amigas. Alguien a quien tampoco nunca se le habría ocurrido que podría convertirse en algo más. Y los lazos se entrecruzaron en pocos días, haciéndose fuertes semana tras semana. Y en unos meses este alguien había conseguido revivir a Creta. La hacía reír cada día, le daba ganas de levantarse y salir de casa. Y por primera vez en su vida, le hizo sentir mariposas en el estómago. Primero débiles, cómo unas cosquillitas. Y después fuertes, irrefrenables como un huracán recurriendo todo su cuerpo.
Y vino el primer beso. Y el segundo. Y el tercero. Y muchos más. Y allí su vida dio un giro brusco. Se deshizo de todos sus prejuicios, de sus miedos, y  por primera vez en su vida, se dejó llevar. Sólo hacía caso a lo que le decía su corazón. Hizo callar a la voz maldita de su cabeza, guiándose sólo por lo que le pedía su cuerpo. 

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